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Un diálogo sobre arte, por Pablo Pelluz

Sus obras se cimientan en la naturaleza, el paso del tiempo y la crítica social, pero eso es simplemente la punta del iceberg del arte que crea Pablo Pelluz (Madrid, 1988), que genera, en cada trazo, un diálogo único con el espectador.


Nieto del artista y restaurador de patrimonio nacional de Madrid en el Palacio Real, Francisco Torrón Durán, e hijo de la diseñadora de moda Raquel Pelluz, Pelluz nació ya siendo un artista. Eclipsado por la pintura desde pequeño, estudió Bellas Artes para más tarde apostar por su pasión, dejarlo todo y viajar a su siguiente parada; The Art Student League of New York, donde también estudió el ilustrador y artista Norman Rockwell.



El artista encontró en la pintura su lenguaje más primario, su forma de comunicarse con el mundo, el modo de dejar huella en cada una de las personas que observan sus obras, creando conciencia e invitándonos a reflexionar con él.


El arte es universal, afirma. “Tu llevas Las Meninas a cualquier lugar del mundo, y la gente lo identifica como arte. No hay que explicarlo todo”. Porque claro, todos estaremos de acuerdo en que el conocido como uno de los cuadros más enigmáticos de la historia es una obra maestra, pero, ¿qué es arte?, ¿qué hace que califiquemos algo bajo ese término, le acuñemos ese sello de identidad?


Para Pelluz, “el verdadero arte es la expresión del alma del ser humano, pero no de cualquier manera, debe aunar concepto, técnica, genialidad y maestría. El arte tiene que abrumar.” Si hablamos de reflexión conceptual, entonces es filosofía, si lo que se muestra es una técnica, es artesanía, pero para ser arte, afirma el artista, debe fusionarse concepto, materia e ingenio.


Una revelación que declara la guerra a la típica frase cliché que afirma que cualquier cosa que a uno le parezca arte, lo es. Para Pelluz, eso es “puro marketing, te están vendiendo humo.”


Art Bloop Festival, Ibiza (2016)


Un crítico afirmó que sobre el lienzo de Malevich, Blanco sobre blanco, murió la pintura. El artista discrepa, “con este cuadro rompió, era el contexto, el momento. No había otra cosa igual. Si lo haces ahora, el problema es que ya está hecho”. Entonces podemos añadir el factor tiempo a la descripción artística. ¿Romper con los moldes, impresionar a la historia?


La conversación sobre arte va trazando su camino hasta toparnos con la temática de la especulación. Porque una vez que entendemos el concepto de qué es arte (obviamente subjetivo), llegamos al siguiente nivel del eslabón perdido, ¿quién determina, o cómo, lo que es arte de lo que no lo es? “Los expertos, ¿y quienes son?, los críticos, ¿y qué hay detrás de ellos? Un lobby, un mundo especulativo. ¿Y qué mejor que el arte? Que materialmente puede costar un euro y lo puedes vender por un millón.”


Lamentablemente esta confusión sobre la determinación artística (en el caso que nos atañe, la pintura) aleja la mirada de la población hacia ese prisma, como si de una fórmula matemática incomprensible se tratara. Aceptamos ser críticos consumidores de cine, música, literatura e incluso danza. Pero a la hora de entender el arte, existen grandes barreras en la sociedad. ¿Cuál es el quid pro quo?


Muy Frágil


“Yo puedo hablarte de aquí, de España, y de cómo está. ¿Qué pasa aquí?, que no hace tanto que salimos de una dictadura. Mientras en Europa se evolucionaba con las vanguardias, aquí nos quedamos estancados en lo académico, que no es que me parezca mal. Pero eso retrasó el arte, que quedó solo para unos pocos. En otros países que han evolucionado más en ese sentido, no existe esta ruptura tan grande. Las galerías están vacías aquí y es una pena porque son gratis, existe una barrera, que realmente es inexistente, pero está ahí.”


Eso es precisamente con lo que quiere romper el artista. Sus obras, una metáfora del ser humano, tratan sobre la dualidad de la vida y la muerte. El individualismo de las redes sociales, en las que existen dos verdades (la foto y lo que está pasando en la realidad). Y eso es de lo que conversa con el lienzo en su última obra, Muy frágil, en la que observamos una chica desnuda con una caja en la mano que lleva la etiqueta de Amazon y la palabra “frágil”. ¿Qué es frágil, la chica, la caja, la obra, quizás la sociedad, el consumo?


No lo sabemos, pero una vez más, Pelluz nos invita a reflexionar. Preguntarnos. Cuestionarnos. Esa característica que nos hace puramente humanos. Lo que nos ha distinguido desde el principio, allá cuando se crearon las primeras pinturas de las Cuevas de Altamira. Esa gran genialidad abrumadora. Puro arte atemporal. De eso, no tenemos dudas


I. Blokker


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